Pier Paolo Pasolini, uno de los cineastas más reconocidos de
las últimas décadas, afirmó en una ocasión que decir ‘cine americano’ es una
redundancia: todo el cine es americano.
A partir de los años veinte surgieron creadores con
inquietudes mayores que han conformado una división en ocasiones poco clara
entre ficción de consumo masivo (cuyo modelo paradigmático es el cine de
entretenimiento de Estados Unidos) y ficción de autor que, por diversos motivos
suele tener una exhibición restringida (representado por autores europeos cuya
prioridad es la expresión estética y, en cierto sentido, el reconocimiento
cultural).
El documental es el ejemplo más conocido de películas no
ficcionales
Rodar los acontecimientos tanto políticos, sociales,
culturales como naturales del orbe para ponerlos ante los ojos de la humanidad,
para mostrarles en un área bidimensional aquello de lo que sólo habían oído
hablar o de lo que jamás se habían planteado su existencia. El cine se
descubría como el invento que podía mostrar hasta el lugar más recóndito tanto
los conflictos sociales y políticos cuanto las maravillas más
insospechadas.
El cine de vanguardia, desde el surrealismo a la
abstracción, es otra de las dimensiones que posee el cine no narrativo. El
territorio es bastante amplio y recoge tanto los trabajos que pretenden
experimental con el lenguaje en aras a su posterior inclusión en la industria
(por ejemplo, en buena parte las películas surrealistas de Buñuel), como
películas exclusivamente interesadas en la experimentación con las formas y en
ocasiones cercanas a planteamientos cercanos al mundo del arte (por ejemplo las
películas realizadas por Andy Warhol). En el último extremo del cine de vanguardia
nos encontramos al cine abstracto, intento de búsqueda de los aspectos
pictóricos de la imagen para definir la esencia del ritmo de un cine más
cercano a la música y a la pintura y alejado de la literatura y del
teatro.
"El perro andaluz"
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